Desde pequeña tengo cierta antipatía a las agujas, creo que desde que me mandaron un tratamiento de 18 vacunas de defensas durante unos meses -no todas a la vez, porque entonces tendría complejo de alfiletero- y eso me producía ansiedad porque sabía que irremediablemente tenía que ponérmela cada poco tiempo... era una constante cuenta atrás... y un repaso de los días de la semana ya puestos. Podía soportar las vacunas correspondientes a mi edad, porque era un mal de muchos, pero para mi las otras no tenían mucho sentido, quién quería defensas en una edad de ataque... ays... quizás eso explique mi actitud defensiva a veces, claro un exceso de defensas mal encauzadas en mi organismo ha generado una mente desconfiada y algo borde.
Los análisis de sangre, pues mira, los tolero, suelo tener que hacerme uno por revisión cada poco tiempo. Tengo trazada una estrategia, mirando compulsivamente a un punto alejado por el lado opuesto de la enfermera, sin que me hablen y misión cumplida, siempre y cuando la enfermera no sea novata y juegue a los banderilleros con mi brazo, que suele ocurrir. Además los análisis tienen la recompensa de tener a la semana los resultados y distraerte mirando qué valores has conseguido y tal, compararlos, trazar marcas personales en hierro, aminoácidos,... Uno de los valores que he conseguido a lo largo de estos años es un récord personal, tuve que repetirme la prueba durante meses porque el factor ese daba un valor desproporcionado con respecto a la media. Así que nunca he destacado en deportes pero he conseguido mi propia marca personal en otro tipo de ámbitos.
Recuerdo una vez, en la facultad, un espíritu solidario me envolvió durante un momento de flaqueza y decidi acompañar a unas amigas a donar sangre... prometían una suculenta merienda,buen anzuelo, así que había doble recompensa: una personal y otra material. Mis amigas poco a poco fueron desapareciendo, una por haber padecido hepatitis, otra por tener anemia... y me quedé yo, con mi sangre sana y un joven inexperto que decidio atravesarme la vena. Después de un rato, se dieron cuenta q mi vena no emanaba sangre al tubito, sino a mi interior... asi q despues de recuperar el color y viendo el fracaso de no haber llenao ni un litro de sangre, me fui a la cafeteria a por mi recompensa y me topé con que andaba cerrada. Mi gozo en un pozo, un espeso zumo de pera y un derrame interno en el brazo fue todo lo que consegui por mi fracasada donación. Nunca más he repetido la experiencia de donar, porque creo que mi sangre es reacia a darse, salvo cuando ando con la regla, claro.
Y bueno, las consecuencias de viajar a países de riesgo, tb me ha obligado a vacunarme de enfermedades extrañas y ser inmune por 10 años a algo con lo que no me toparé el resto de mi vida, pero más vale prevenir...
Todo esta reflexión acerca de mis experiencias agujiles viene porque ando haciendo una pequeña terapia para asimilar el próximo tratamiento que se avecina ser intramuscular, subcutáneo o algo asi, y me ha pillao por sorpresa, asi que ando haciendome a la idea de pincharme.Bueno, aún no es oficial, pero soy previsora.
La suerte de esta fobia, que me temo que es común al 80% de la sociedad,es que nunca seré cocainómana o heroinómana, ni me gastaré miles de euros en botox ni me haré tatuajes ni me llenaré de piercings... y claro, eso es un ahorro económico importante, no?
Pero bueno, quiero dejar claro que esto no es una queja, hay tratamientos mucho más agresivos, más dolorosos y más importantes que unos pinchacillos, pero como digo es terapia, autoconvencimiento personal y como es mi blog, pos lo pongo, ala.
Así que asumiendo lo que tengo q asumir, que tengais buen lunes y os dejo una cancion de chaouen que se me ha venido a la cabeza, por qué será...
lunes, 26 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Está bien eso de autoconvencerse por que sabes que no tienes escapatoria, has de pasar por ahí,en cuanto a los tatus...hay unos monisimos de pegatinas jeje,piercings....supongo que ya tienes dos en(tus orejas) pa qué mas? y el botox no te hace falta, a si que...
ResponderEliminarUn abrazote, lokuela.
Bueno, yo también soy del 80% de la población que padece esa fobia; tanto hasta el punto de que cuando no me quedan mas huevos que pasar por ahí, a mi me da por hablar, decir muuuuchas chorradas y bromas e incluso me vuelvo hasta simpático, para que veas hasta que punto el cerebro es retorcido. xD
ResponderEliminarAnimo y con un par, que no es nada...